Por Sara Justo, maestra Waldorf
El
tema de las tareas que los niños traen de la escuela da mucho que hablar y ha suscitado diversas protestas en varias ciudades de
Europa, e incluso un movimiento anti-tareas en Francia.
Un gran número de
maestros opina que la cantidad de contenidos que se enseña hoy en día es mucho
mayor que antaño, y la capacidad de concentración de los niños ha disminuido
significativamente. Cuando no mandan tareas para ejercitar lo aprendido en
casa, gran parte de los niños no llega a asimilar los contenidos. El problema
surge cuando estas tareas son monótonas, repetitivas y sobrecargan al niño,
privándole de un valioso tiempo de relación social y juego y produciendo el
efecto adverso del que se quiere conseguir. El niño al día siguiente está más
cansado y desmotivado, sin ganas de aprender, y en vez de facilitar la
asimilación de contenidos, provoca rechazo hacia el aprendizaje y la escuela.
Cuando a los niños se
les permite jugar y descansar lo suficiente, olvidan lo aprendido para recordarlo
más tarde y así fijarlo en su memoria. Este proceso de olvidar y recordar hace
que los aprendizajes sean duraderos y se integren de forma mucho más
significativa. Es decir, cunde mucho más tener un par de horas de descanso y
una hora de tareas que tres horas seguidas de tareas. Eso sí, esa hora de
tareas tiene que ser de gran calidad, en un lugar limpio y ordenado, ya
designado para realizar las tareas, a ser posible a la misma hora y con la
posibilidad de consultar y preguntar a los padres en caso de necesidad.
Siento
que hay que observar cuidadosamente qué necesitan los niños. Algunos necesitan tareas
específicas de forma individual, que no toda la clase necesita. En otros casos
es muy interesante proponer proyectos a realizar en compañía de los padres o
por su cuenta, eligiendo el tema según el interés del niño, despertando su
motivación por la investigación y el trabajo personal.
Para
que cumplan su función, las tareas no pueden ser aburridas, no pueden ser una
carga que se hace sin ganas, si no un proceso de investigación creativo que el
niño siente como una necesidad, que nace de la curiosidad del niño por el
mundo. Y es tarea del maestro encender esta curiosidad mediante tareas que
realmente estén diseñadas pensando en los niños. Deben ser preguntas que despierten la
curiosidad de los niños de tal modo que quieran encontrar ellos mismos, por un
cierto orgullo y curiosidad, las repuestas y soluciones.
Las tareas crean un
espacio de relación entre los padres, los niños y la escuela, que une los
esfuerzos de todos en el proceso de enseñanza y aprendizaje.
Si se crea
un espacio físico y temporal relajado, donde los padres están disponibles para
despejar dudas y se dispone del tiempo suficiente para realizar las tareas sin
estrés, estaremos
ayudando al niño a desarrollar su fuerza de voluntad y su interés por el mundo.
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