martes, 4 de septiembre de 2012

Huertos urbanos: La biodiversidad productiva también llega a la ciudad


Por César-Javier Palacios de la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente (@fundacionfrf)

Paseo hoy por los huertos urbanos instalados por el Ayuntamiento de León en el margen derecho del río Torío, los conocidos como Huertos de la Candamia. Quedo sorprendido, agradablemente sorprendido, por la recuperación de un paisaje de huertas que en los últimos años había desaparecido en la mayoría de las ciudades.

Recuerdo perfectamente las de Burgos, ubicadas entre el río Vena y el cauce molinar donde antaño estuvo la famosa fábrica de naipes de los hermanos Fournier, la primitiva central eléctrica de El Porvenir, y donde en 1948 se produjo el comentado “crimen de la Canal”. De la noche a la mañana, esas huertas de la que entonces se conocía como avenida del general Yagüe fueron sustituidas por compactos bloques de altas viviendas. Y recuerdo perfectamente la impresión que sentí al ver a las excavadoras abrir las zanjas para los cimientos. Destacaba perfectamente la espesa capa de rica tierra vegetal acumulada durante siglos en estas tierras empezadas a trabajar en el siglo XIV por esforzados moriscos, apoyada sobre estratos más profundos de improductivo suelo de arcilla y guijarros. Tanto trabajo, tanto abono y riego, tanto alimentar durante generaciones a los burgaleses, para acabar enterradas bajo toneladas de hormigón.


Eso fue hacia 1970, un tiempo en que lo urbano apisonaba y despreciaba con dureza lo rural. Por suerte se ha reaccionado algo, al menos en cuanto a la recuperación de las huertas. En León, como en la mayoría de estos nuevos espacios agrarios, sus ocupantes son jubilados que quieren cultivar frutas, verduras y plantas con una doble intención. Relajarse haciendo un saludable ejercicio que les devuelve a sus orígenes rurales, pero también mejorar su alimentación con unos productos tan sanos como baratos y sabrosos.

Estos espacios reinstalados de nuevo en ciudades españolas como Madrid, Sevilla, Zaragoza, León, Santander o Burgos son también importantes reductos de biodiversidad productiva. Es verdad que muchas de las semillas y plantones se compran en viveros, procediendo por tanto de variedades industriales de alta producción y origen en algún laboratorio de mejora vegetal. Pero también se producen variedades locales llegadas de los pueblos de estos jubilados, quienes mejor que nadie saben apreciarlas. Que además, debido al saludable espíritu comunal de estos lugares, se intercambian unos a otros.

Ayudan así, inconscientemente, a conservar variedades únicas en peligro de extinción. Y convierten estas huertas, además de en un paraíso para las aves y los insectos, en un auténtico banco de semillas, germoplasma de alta variedad genética a proteger y disfrutar.

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