Por Sara Justo, maestra
Además de la importancia de la
creación del vínculo entre el maestro y el alumno del que hablé la semana pasada en "la importancia del vínculo", también es muy interesante
el vínculo entre el alumno y el contenido de la materia de aprendizaje.
En la escuela donde trabajo, que
tiene como fundamento la pedagogía Waldorf, todo el currículum y la
organización de las clases están orientados hacia una enseñanza “viva” de las
materias. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que se crean experiencias de aprendizaje
donde los niños experimentan, juegan, representan y crean una relación anímica
con los contenidos.
La diferencia estriba en que el
niño, en vez de ser un sujeto receptor de los conocimientos, es activo, busca,
investiga, experimenta y descubre. Esto tiene como consecuencia directa una
impresión imborrable en la memoria del niño. Es como la diferencia entre leer
la receta de la lasaña y hacer una lasaña. La experiencia activa hace que
recordemos las cosas con mayor precisión y claridad. ¡Y qué buena está la lasaña que ha hecho uno
mismo!
Este tipo de experiencias crean
una relación íntima con los contenidos y también con los compañeros y con los
maestros.
Durante un tiempo estuvimos yendo
a observar unos árboles que crecían cerca de la escuela. Los cuidábamos, los
dibujábamos, investigábamos sobre ellos en libros de texto y preguntando a la
gente del barrio, escribíamos sobre ellos. Para los niños, estos árboles eran
los árboles más magníficos y maravillosos del mundo, y los cuidaban con una ternura
increíble. Y esto creó un vínculo muy hermoso con la vida y además un interés
profundo por todo el mundo natural. A partir de este momento, los niños
investigaban por motivación propia y cada día uno u otro me explicaba que había
encontrado un nuevo tipo de árbol que no conocía en su barrio, o que había ido
al botánico y había visto árboles tropicales…
Cuando se consigue establecer
este vínculo anímico entre la materia y el niño, aflora de forma espontánea el
entusiasmo, y la motivación por aprender proviene de lo más profundo del niño.
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