El azúcar agregado es tan dañino como adictivo (de manera similar que el alcohol y el tabaco), el cuerpo no lo necesita (mucho menos en exceso), porque se basta con la fructosa de la fruta y la miel, y somos nosotros los únicos que podemos decidir consumirlo o no (y cuanto).
El azúcar es cristal de sacarosa extraída de la caña de azúcar y de la remolacha azucarera. Es un hidrato de carbono que luego de consumido se convierte en energía, aunque, en exceso, gran parte se convierte en grasa y pasa a formar parte del sobrepeso corporal.
En el momento de su producción se pueden obtener varios tipos, de los cuales los más consumidos son el azúcar moreno y el azúcar blanco. El segundo, azúcar blanco, es también conocido como refinado o puro, debido a que es 99 % sacarosa. Es decir, que ha sido liberado de todo mineral y vitamina durante su producción, por lo que, obviamente, el cuerpo no lo utiliza y por ende no aporta ningún beneficio nutriente al cuerpo humano.
El azúcar es adictivo porque al consumirlo nuestro cuerpo eleva la presencia de glucosa, que se traduce en euforia o sensación de energía o a veces calma; pero, momentánea y rápida, porque, el azúcar es procesado inmediatamente con la insulina segregada por el páncreas, quemándola o acumulándola como grasa.
Al terminar la sensación primera (energética), si hemos consumido mucha azúcar y éste se ha procesado rápido, la sensación cambia a una de decaimiento y cansancio. Entonces el cuerpo siente la necesidad de consumir más azúcar. Es así que mientras más azúcar consumamos más azúcar necesitará el cuerpo.Para controlar el nivel de este azúcar ingerido se liberará mucha insulina y para ser eliminadas las calorías vacías (como se le conoce también), se hará uso de minerales y vitaminas de las reservas, generando un gran desgaste. Y si no se puede eliminar normalmente, se almacena como glucosa en el hígado y, cuando este rebasa su capacidad, la glucosa es devuelta a la sangre que la redistribuye en las partes menos activas del cuerpo (abdomen, caderas, nalgas, pechos).
Una vez que estas partes se han llenado, entonces los ácidos grasos se redistribuyen en órganos activos (corazón, riñón, etc.), su funcionamiento se degenera, enlentece y afecta, produciendo tensión sanguínea anormal. Así, en cadena, el mal se extiende al funcionamiento del sistema nervioso que controla los órganos. Esta condición vulnerable podría hacernos propensos a contraer enfermedades indeseables.
Como vemos, el azúcar agregada o de mesa, es recibida de manera poco beneficiosa por el cuerpo, a diferencia del azúcar de fruta o fructosa (presente también en la miel), que es procesada con mayor naturalidad. Ambos se metabolizan en forma de glucosa en la sangre, pero se comportan de manera diferente. Con la fruta, se elevan los niveles de insulina pero de manera lenta, mientras que con el azúcar agregado se acelera el proceso y se desgasta energía.
La Organización Mundial de la Salud recomienda un máximo consumo de 30 a 50 gramos de sacarosa, esto es entre 7 a 12 cucharaditas diarias; cada cucharadita de azúcar de aproximadamente 4 gramos. Sin embargo, debemos saber que no necesitamos agregar azúcar a nuestra alimentación, pero si queremos endulzar nuestros alimentos, como alternativa saludable, podríamos usar miel.
Además, calorías sin nutrientes que generan sobrepeso, envejecimiento, daños en la piel (porque daña el colágeno que atribuye elasticidad a la piel), bajas defensas y hasta diabetes o enfermedades cardíacas, son las probables consecuencias. Y si consumir azúcar agregada –en exceso- nos causa todo esto ¿por qué no evitarla y así mejorar nuestra salud?
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