El Estado
español encabeza la lista en superficie dedicada a la producción ecológica en
toda la Unión Europea, según los últimos datos publicados por el Ministerio de
Medio Ambiente Rural y Marino. Desde el año 2004 se registró un aumento del 80%
de la superficie cultivada hasta alcanzar en la actualidad 1.317.000 hectáreas
dedicadas al cultivo certificado en ecológico.
Sin
embargo, las cifras con respecto al consumo interno de estos productos no son
muy alentadoras. Además de ser un consumo escaso, el 80% de estos productos con
certificado ecológico acaban siendo exportados hacia otros países de la Unión
Europea como Alemania o Francia, según el Instituto Español de Comercio
Exterior.
DIAGONAL
ha hablado con dos proyectos que producen hortalizas y verduras a pequeña
escala y que hacen agricultura bajo los principios de la agroecología. Uno de
ellos es Ecosecha, cooperativa de
trabajo asociado con sede en Madrid. El otro Del Campo a Casa,
colectividad aragonesa.
Ambas se
caracterizan porque sólo distribuyen sus productos a través de la venta
directa, primando las variedades locales y de temporada. Estos dos proyectos
cuestionan la agricultura ecológica convencional y proponen formas alternativas
de producción agrícola y también de distribución.
Como
pequeños agricultores, su principal reto es crear redes de apoyo conjunto que
les permita llegar a un mercado lo más próximo posible a sus fincas y estrechar
los vínculos con sus consumidores. Entre sus principales limitaciones está el
tiempo, pues además de cultivar, necesitan divulgar sus proyectos y hacer
actividades de sensibilización para conseguir nuevas personas que se sumen al
proyecto, según comenta Joaquín, agricultor de Del Campo a Casa.
Otra
barrera habitual para vender a pequeña escala es la falta de estructuras
comerciales donde el pequeño productor pueda distribuir directamente su
cosecha. “Sólo queremos distribuir nuestros productos a través de la venta
directa porque pensamos que el consumidor debe participar de la estructura de
producción, de tal manera que haya una comunicación permanente entre el
productor y el consumidor”, afirma Javier Peréz, socio trabajador de Ecosecha.
La venta
de sus verduras y hortalizas se realiza habitualmente bajo el formato de bolsa
cerrada con verduras de temporada, realizando un reparto semanal de la cosecha
y garantizando la venta total de la producción. Este modelo exige ciertos
cambios en las pautas de los consumidores y exige, también, la organización en
grupos de consumidores para poder recibir las verduras semanalmente. El otro
método también frecuente, es el de la oferta semanal: Grupos de Consumo bien
organizados y divididos en unidades de consumo familiares que reciben
semanlamente una oferta de productos donde cada unidad decide lo que pide.
Para
ellos las cifras del Ministerio sólo muestran una cara de la agricultura que es
la certificada por el Comité de Agricultura Ecológica. Esta certificación
controla que no haya residuos químicos en los productos, pero no certifica
factores tan importantes como la reducción de residuos en el proceso de
producción o que al final del ciclo de vida los materiales usados puedan ser
reciclados y reutilizados. La vertiente social y económica tampoco es tenida en
cuenta por el sello.
"Para
nosotros no supone un gran problema cumplir con todos los parámetros que exige
el Comité, pues el etiquetado sólo garantiza un control administrativo en una
parte del proceso, pero no garantiza otros parámetros que consideramos
fundamentales como que se primen los circuitos de venta de proximidad o el
cuidado de los trabajadores, como puede ser a través de la dignificación de sus
condiciones laborales", explica Javier.
Del Campo
a Casa, a pesar de contar con la certificación, opina que es mucho más
interesante que la persona consumidora sea quién los certifique conociendo sus
fincas, obteniendo así su sello de confianza. "Nuestro proyecto es mucho
más que eso, no es sólo el sello de un producto, es la relación directa, la
proximidad, es otra forma de consumo. Porque todos debemos ejercer el principio
de responsabilidad compartida en el tránsito hacia el consumo responsable",
aclara Joaquín.
Redes de
economía social
A su vez,
estos proyectos están muy relacionados con las redes de economía solidaria como
la Red de Economía Alternativa y Solidaria (REAS) o la red de cooperativas La
Traviesa. Para Joaquín, un gran reto dentro de la agroecología es que
"además de que nos estamos desvinculando de las grandes empresas de
agroquímicos y del modelo de consumo clásico, también consigamos ser parte de
otra forma de entender la economía y apostar por los principios de la economía
solidaria. Las empresas deben de tener unas bases éticas y deben potenciar ese
tipo de modelo con sus formas de hacer". Ambos proyectos han contado o
están en el proceso de tener el apoyo de la cooperativa de crédito Coop57 para
poder financiar mejoras en sus estructuras.
LA EXPERIENCIA DE LAS COOPERATIVAS AGROECOLÓGICAS
Redacción
Las cooperativas de producción,
distribución y consumo de verduras agroecológicas plantean un modo de relación
entre productores y consumidores basado en la corresponsabilidad. La idea
motriz de grupos como Bajo el Asfalto
está la Huerta (BAH!), Surco a Surco (SaS), Crestas y
Lechugas, Hortigas
y demás Grupos de Consumo Agroecológico,
es tomar las decisiones entre productores y consumidores y que desaparezca por
tanto la tensión que hay entre estos dos grupos en las relaciones de mercado.
Se trata, en casos como el del BAH!, de proyectos económico- políticos que rechazan
el modelo de producción, distribución y consumo basado en "producir,
consumir y callar". Formar parte de la asamblea de una cooperativa
agroecológica requiere cambios en los hábitos de consumo, así como asumir la
responsabilidad común de todo el proceso. La mayoría de estas cooperativas se
organizan para que los consumidores acudan a la huerta al menos una vez al mes,
aunque dependiendo de la estación puede solicitarse más apoyo. También el
reparto se socializa y en asamblea se decide sobre cosas como la composición de
la cesta semanal, la compra de semillas y el reparto en bolsas de la verdura.
Los principios de no emplear fertilizantes, insecticidas ni hormonas hacen que
el clima cobre más importancia que en los procesos intensivos; también las plagas
pueden jugar malas pasadas, que, en un funcionamiento horizontal, afectan a
toda la cooperativa: algunas semanas la cesta es escasa para todos, en verano
en cambio es normal que las cestas rebosen. "En septiembre ha habido un
esplendor", cuenta Amaia, del SaS del Centro Social la Piluka (Madrid):
“calabacines, berenjenas, tomates, etc.”. Lo frecuente es que las cooperativas
tengan entre 20 o 25 consumidores por cada trabajador, pero que hay ocasiones
en las que, si los trabajadores tienen mucha experiencia en la huerta o las
tierras son muy buenas, se pueden alcanzar los 50 consumidores por productor.
Crecer no es el objetivo, aseguran desde una de ellas, la idea es que el
desarrollo se produzca en un radio pequeño, pero que se compartan conocimientos
y medios con otros grupos. El salto adelante, reconocen, “es lograr que las
agroecológicas cooperen con otras que aporten otros productos”.
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