viernes, 16 de diciembre de 2011

La vida es un reflejo de lo que somos


Si no “vivo” la vida que deseo, sólo me queda pedirla porque me siento incapaz de crearla. La vida que deseamos sólo la podemos desarrollar dentro de nosotros, para luego regalarla y compartirla, ya que nos es imposible comprarla porque nace de la “comunión gratuita del disfrute de cada una de las vidas individuales”. Los maestros y profesores somos simples espejos de una sociedad del “TENER” y lo reflejamos a los alumnos, tal y como lo hacen todos los estamentos públicos de nuestra sociedad (medios de comunicación, políticos, iglesias…).

Por tanto, la vida es un reflejo de nosotros mismos y no podemos percibir más allá de lo que nos sentimos. Una autopercepción reducida nos hace ver una vida minimizada, mientras que una autopercepción amplia, fruto de la comprensión personal a todos los niveles, nos hace contemplar la vida llena de oportunidades.

En definitiva, la sociedad no es más que una enorme comunión de autopercepciones. Sin embargo, por desgracia, sólo intentamos igualar los objetivos vitales, actualmente enfocados al “TENER” como identidad social y prototipo del éxito (nacimientos idénticos, enseñanza idéntica, conocimientos idénticos, títulos idénticos, trabajos idénticos, casas idénticas, coches idénticos, diversiones-huidas idénticas, intereses-consumo idénticos, muertes idénticas…), de manera que cualquiera que se salga de estos “intereses sociales” será excluido y rechazado por raro.

Si queremos cambiar la enseñanza, hay que cambiar la luz que emana de la sociedad y, por tanto, el espejo de nuestra “AUTOPERCEPCIÓN”. Sólo empezando por un cambio personal íntimo, sereno, comprensivo, respetuoso… podremos cambiar el espejo donde me reflejo, es decir, todo aquello que me rodea en cada uno de los contextos donde yo aparezco.

Refléjate alegre y cambiarás el espejo que te rodea, no sin experimentar rechazo por parte de los que muestran una “autopercepción solemne”.

Refléjate comprensivo, sin ideas ni creencias que te hagan rígido, y aclararás el espejo enseñando a mirarse con una mayor ternura, no sin ser rechazado por utópico y soñador y, sobre todo, por “ingenuo”.

Refléjate humilde y paciente, es decir, abierto a aprender de todo y especialmente del fracaso, para darte siempre una nueva oportunidad para empezar a caminar.

Refléjate confiado e ingenuo. Esto es en nuestra sociedad lo más difícil porque requiere no tener miedos ni apegos y sólo en este caso te puedes abrir con “Fe” a cualquier “SUEÑO”, sin ninguna duda de conseguirlo.

Todo lo dicho hasta el momento no sólo tiene un interés psicosocial para nosotros, sino también psicobiológico, ya que desde hace unos años se ha empezado a hablar de un soporte neuronal, las “neuronas espejo”, a las que se les supone responsables en gran medida de nuestro aprendizaje por imitación, así como de nuestro sentir solidario.

El descubrimiento de las “neuronas espejo” ha revitalizado la importancia del ejemplo en aquello que deseamos transmitir a los demás, sobre todo y especialmente a los niños y adolescentes que aprenden por imitación de sus figuras más referenciales, como ya nos indicaba Bandura en su Aprendizaje vicario.

Las “neuronas espejo” se descubrieron en monos y se ha comprobado que están también presentes en la especie humana, como grupos de neuronas motoras o de asociación que aparecen en áreas de los lóbulos prefrontales o en zonas de descodificación sonora y gramatical como el área de Wernicke o de Broca. Se ha comprobado que estas neuronas no sólo se activan, por ejemplo, cuando el mono mueve el brazo, sino cuando ve que otro mono mueve el brazo. Por esta razón, se les llama “neuronas espejo”, ya que se activan tanto por la acción propia, como por la percepción de esos mismos actos por los demás.

Desde este conocimiento inicial se ha empezado a pensar en la existencia de diferentes tipos de “neuronas espejo”, que podrían ser responsables, no sólo del aprendizaje por imitación, sino de nuestra capacidad empática, de nuestra impronta solidaria, de nuestra capacidad para percibir el sentir ajeno y ponernos en el lugar del otro, es decir, que estas neuronas podrían ser el asiento físico de nuestro sufrimiento ante el de los demás -aunque sea ficticio en una pantalla de cine-, así como de las alegrías compartidas con los éxitos de nuestros seres queridos o admirados.

Incluso se ha llegado a pensar en la posibilidad de que ciertos tipos de autismo puedan deberse al mal funcionamiento de las neuronas espejo, algo que sólo es una hipótesis por el momento y que carece de pruebas concluyentes. Aunque estos estudios nos indican que las “neuronas espejo”, que nos unen a los demás, están mucho más ampliamente distribuidas de lo que se pensaba en un principio y están implicadas en nuestras comunicaciones no verbales y verbales interpersonales, en definitiva, en la comprensión del hacer y sentir de los demás, es decir, de la empatía.

Por todo esto, queremos poner un especial énfasis en que la enseñanza y la educación, como espejos de la sociedad, no se construyen queriendo cambiar a los demás, sino trabajando sobre el cambio personal para ofrecernos como regalo de lo que deseamos que sea nuestra sociedad, primero creándolo dentro de nosotros, para luego compartirlo con ilusión (“no me hables porque lo que tú haces se oye tan fuerte que no me deja escuchar lo que tú dices”).

* Luis Emilio Oliver es doctor en Ciencias Biológicas, catedrático de Enseñanza Secundaria y miembro de Aprendemostodos.

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