Por Jesús Vázquez Viedma. Co-fundador de misait.
Es increíble cuánto pensamos o comentamos con amigos o conocidos el cómo ha influido nuestra educación para formar lo que hoy somos o anhelamos ser, como cuando éramos pequeños no entendíamos el porqué de estudiar tanto, de tener que ir al cole cinco días por semana, de encima hacer deberes al llegar a casa y sobre todo de pasar el calvario de controles y exámenes que, estábamos seguros, no nos iban a servir para nada y en parte, no nos han servido de mucho... La gran mayoría siempre hemos estudiado días (u horas) antes del examen y una vez soltada toda la lección en unas cuantas hojas, parecía como si se nos olvidara por completo, ¿o se nos olvidaba de verdad? Yo no recuerdo casi nada de geografía española, no sabría situar a casi ningún río en la península y a duras penas sabría decir quienes formaban la Generación del 27... Entonces, ¿el método de estudio en aquel entonces era adecuado?
Lo cierto es que no tengo hijos ni sobrinos que me hagan ver como es la educación hoy en día pero creo que no dista mucho de la que se está ofreciendo a los hijos de hoy, y escribo este artículo para que si alguien tiene algo que decir al respecto, lo haga, porque está claro que la mía solo es una opinión.
Después de estudiar en un colegio privado (muy privado), pasé a un instituto y de ahí a la universidad, estos dos últimos públicos, por lo que creo haber tocado varios palos de la baraja de la educación española y he de decir que mucho no se diferenciaban. En casi todos los casos tuve profesores algo motivados, aunque en su gran mayoría lo estaban poco o nada. Esto, ¿provocado por? ¿El sistema educativo que se les imponía? ¿Los niños o adolescentes, casi siempre sin modales, a los que tenían que impartir clase?
Fuera por lo que fuere hicieron que algunas clases me pasaran siempre como losas pesadas donde además de no aprender nada, parecía que se me olvidaba lo que ya sabía. Esa clase de música con una profesora de más de 60 años que SÓLO nos enseño, o intentó porque conmigo no lo consiguió, tocar una flauta; esas clases de Educación Física donde si no subías un palo que se colgaba al techo del gimnasio o no saltabas el potro eras el hazmerreír de toda tu clase e incluso del colegio; esas clases de matemáticas donde tu profesor era el único que se enteraba de que eran los números primos y tu lo único que entendías era que el único primo allí era él...
Los buenos recuerdos los guardo de profesoras y profesores que motivaron mi subconsciente para hacerme aprender de otra forma, saliéndose de la norma, de lo que se estilaba por aquel entonces... Clases de música donde se entraba descalzo, aprendíamos danzas de culturas distintas, nos enseñaban a crear instrumentos o desarrollar nuestros sentidos privándonos de otros por unos minutos; clases de Ciencias Naturales con visitas al Hayedo de Montejo, documentales para mayores; clases de historia contadas como cuentos... Eso sí que me marcó, eso sí que lo echo de menos. ¿De verdad es tan difícil encontrar un tipo de educación así? Y más ahora que los profesores se pueden apoyar en la tecnología, una puerta TAN grande y que puede ayudar tanto a educar de otra forma a enseñar que otro mundo es posible y que la cultura no nos hace tan distintos y es la educación en muchos casos la que más nos separa.
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