Cada día me gusta más Internet. No pasa un solo día en que no descubra algo nuevo, innovador o creativo que se esté haciendo en educación: escuelas verdes, yoga en el colegio, alumnos que hacen programas de radio, huertos escolares, grupos de trabajo a distancia, material virtual, educación con co- razón, intercambio de experiencias, y muchas cosas más que todavía no están en la red pero que ocurren y pronto llegarán. Y lo mejor de todas estas experiencias es saber que quienes las disfrutan en un futuro próximo serán los que lideren los cambios educativos. Pero ahora… ¿Quiénes son los responsables de estas experiencias? ¿Los políticos? ¿La burocracia? ¿Las normativas y leyes que cambian cada cuatro años? No; los responsables son los profesionales de la educación que las ponen en marcha y luchan por sacarlas adelante.
Sin embargo, al investigar sobre la formación del profesorado y sobre los recursos con los que cuenta (antes de la crisis y sobre todo ahora) no se aprecia ni se ve este tipo de información, como mucho se muestra como algo con carácter anecdótico o simplemente como alternativas que se hacen puntualmente. Lo más preocupante, al menos desde mi punto de vista, es que no hay ninguna estructura o mecanismo que permita o ampare al profesorado a la hora de innovar o de tener una cierta autonomía en el ejercicio de su profesión. El sistema dicta, el profesor ejecuta. Desde el sentido común el sistema educativo no puede funcionar así. El profesor se enfrenta a una diversidad continua y su trabajo no consiste en empaquetar conocimiento en cajas iguales, sino en crear conocimiento con sus alumnos que, afortunadamente, son todos distintos. Y esto es lo que hacen todos los profesores: conocer al alumno y aprender juntos, aunque no siempre nos dejan hacerlo… papeleo y más papeleo. Eso sí, los objetivos y principios de todas la leyes orgánicas de los últimos años señalan la importancia de enseñar al alumnado a desenvolverse ante situaciones nuevas, a ser competentes, a tener autonomía e iniciativa, saber adaptarse, etc. En cambio parece que esas mismas características las tiene que tener el profesorado de forma innata, por lo menos en este país, vista la formación que recibimos.
Pero ahora volvamos a la realidad, a esas experiencias y actividades de las que he hablado al principio. En la mayoría de los casos esas experiencias están motivadas por la buena fe de los docentes, por su motivación propia, su interés y vocación. Y lo mismo ocurre con los recursos, cada vez hay menos y solo gracias a muchos profesores, familias y asociaciones algunos niños y niñas pueden tener libros y otras necesidades básicas cubiertas. No es justo que la educción de nuestros hijos dependa de la buena voluntad y buena fe de los demás, la educación no es cuestión de suerte.
Soy totalmente consciente de que mi discurso no es nada novedoso, oímos y leemos a muchos compañeros que piensan igual y que día a día luchan por cambiar la situación con su trabajo en las aulas, enfrentándose a la administración, con protestas, huelgas y de mil maneras más. Por lo que creo que cualquier aportación para hacer visible esta necesidad de cambio nunca sobra y siempre anima a seguir reflexionando y actuando para mejorar.
Y ahora pregunto: ¿qué podemos hacer? Me limitaré a citar a Darling Hammond en su obra sobre la situación del sistema educativo de EEUU y la necesidad de un cambio profundo:
Desarrollar la capacidad de los centros y profesores para generar prácticas y dinámicas de trabajo que sean acordes con lo que hoy sabemos sobre las formas más eficaces de lograr la enseñaza y el aprendizaje de calidad. (L. Darling –Hammond (2001) El derecho de aprender)
Personalmente, para conseguir cambios en esta dirección no creo que el primer paso sea redactar una Ley Orgánica más, cuya principal finalidad es quedar por “encima de la anterior”, sino construir una visión de la educación conjunta donde los profesionales de la educación estén presentes de una forma activa y constructiva. Los profesores son lo que trabajan día a día con los alumnos, los que conocen la realidad y los que pueden actuar ante la diversidad. Pero esta dirección necesita tiempo y compromiso; ¿lo tenemos? Yo creo que sí.
Gracias a los docentes que luchan por cambios!! Viva la innovación!!
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